Buscando ayer con mi legón
encontré un filón de plata
la cantidad justa robé
para bordarle a mi Cristo
sencillamente una capa.
Aquella noche de duelo
partí a visitar la mina
bajé a ver si ella sentía
en sus entrañas la pena
que mi cuerpo desprendía.
Con mi carburo encendido
entre sombras voy buscando
al Cristo de los mineros
que anoche soñé que estaba
en la mina trabajando.
Enterrado en esa mina
quedó el cuerpo de mi hijo
y yo arañando la tierra
me revelaba con rabia
por su trágico destino.
Una sombra me perseguía
de galería en galería
y cuánta vergüenza pasé
cuando mirando de reojo
vi que la sombra era mía.
Quiera Dios que hoy la mina
se compadezca de mí
y vea los ojos de mi hijo
asomándose a la vida
porque mi esposa va a parir.
¿Porqué has muerto padre mío
sin darme al menos un adiós?
Mi vida será un castigo
y un suplicio si tardamos
en encontrarnos tú y yo.
Por las calles de La Unión
voy derramando mi cante
y mis ojos se humedecen
cuando siendo tan pequeño
hoy me engrandece la gente.
En aquella torba calló
Fernando Núñez, minero,
y ya cercana su muerte
la vida fue y le salvó
un valiente compañero.
En esas minas de Portmán
tragué polvo y pasé penas
y hoy que estoy jubilado
no me llega para comer
porque cobro cuatro perras.
Mineras, publicadas en:
ALUMBRES 2002 (ANTOLOGÍA)
IMPRIME: COMPOBELL, S.L.
ISBN: 84-87529-79-8
DEPÓSITO LEGAL: MU-247-2003
Antología poética, páginas 21-35
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