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miércoles, 31 de diciembre de 2008

LA DUDA DE ROSA

La duda de Santo Tomás
Nos unifica
Para batir nuestro yo.

Con mi carburo encendido
Entre sombras voy buscando
Al Cristo de los mineros
Que anoche soñé que estaba
En la mina trabajando.

Buscando ayer con mi legón
Encontré un filón de plata
La cantidad justa robé
Para bordarle a mi Cristo
Sencillamente una capa.


Los tambores comienzan a reclamar la Semana Santa golpeando la puesta de sol, y arrullando las consabidas notas musicales ensayan buscando la perfecta armonía con el paso del nazareno.
Cartagena estrena una sonrisa custodiada por sus cinco colinas y el aplauso del mar que es relieve de su encanto y coquetea incansablemente con el turista que plagando las calles aguardan el impecable orden de la procesión.

Dudo que este fervor religioso transmitido de generación en generación algún día disipe su fuerza tras la mezcla de etnias que se cruzan entre si de diferentes costumbres con las que actualmente convivimos, y miran de reojo atónitas el misticismo que se respira y como imprimen su rúbrica en el asfalto cada miembro de las diferentes cofradías.
Personalmente en cada paso que avanzo en el camino de la vida es como si la medida de longitud que utilizo fuese la duda, cuanto mas adelanto mas grandes son mis dudas.
Casa día persigo más la perfección pero estas me lo impiden, por lo que hago esta pequeña-gran comparación:
Buscar la perfección en una senda donde se bifurca un abanico de dudas, es como buscar una aguja en un pajar.
Creo que cualquier ser vivo está en posesión de la duda.
El pez casi siempre duda antes de morder el anzuelo.
Las aves dudan sobre las fechas de emigración ante el cambio climático.
La lluvia que casi siempre desliza su inoportuna presencia en Semana Santa, duda ante nuestras peticiones contradictorias.
Quizás incluso los vientos Siroco, Tramontana, Mistral, Galerna…dudan en su cometido y aguardando en las esquinas rilan ante cada imagen temiendo dañarlas, sin embargo no dudan en azotar en alta mar a ese buque, submarino, velero…donde nuestros marinos navegando en una libertad contenida, consagran parte de su vida entre tantas dudas que guardan en un bolsillo secreto, dudas que arrastran en sus redes construidas de horas interminables y oraciones que son enigmas de su imperio.

Dudar, un verbo que impregnado en nuestro pensamiento lo diluyen nuestros labios en este mar de confusiones donde desembocan tantos afluentes que incluso el ser humano es incapaz de controlar.

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